
Sus manos se posaron sobre el viejo piano queriendo contar cada historia que podía recordar. Eso era lo único que le quedaba. Ese instrumento que había nacido con él, y que seguramente moriría entre sus dedos. No recordó ninguna canción que mereciera la pena tocar en ese momento, y se sintió desgraciado por no poder plasmar su vida a pesar de la intensidad que la caracterizaba. El tiempo se acababa y no encontraba sentido alguno a su existencia, y cuando por fin se dispuso a reproducir sus últimas notas, las teclas se quedaron mudas, y no supo hacer otra cosa que cantar a gritos que la echaba de menos.

1 comentario:
De verdad que es precioso, sigue explotando esa capacidad de resumir historias y hacer sentir en cada palabra que la compone la necesidad de que fuera más largo, pero la seguridad de que más largo no sería más perfecto ...
Publicar un comentario