martes, 27 de octubre de 2009

Suicidio


El viento me daba en la cara atravesándola; pues sólo pude sentirlo dentro de mí. Los recuerdos pasaron por mi cabeza amontonándose hasta que mi mente tuvo tanto que se quedó sin nada. El vértigo provocó que cerrase los ojos, pero fue peor. Los sonidos pasaban desapercibidos entre aquel bullicio de sensaciones, y aunque tenía la ciudad a mis pies, el mundo seguía aplastandome. Alcancé después de todo la serenidad que buscaba y entonces abrí los ojos. Sonreí. Nunca había visto algo tan mágico. Al ver la ciudad a mis pies pude agarrar el mundo con una sola mano. Las estrellas habían bajado para amontonarse formando grandes estructuras. Era perfecto; Tan perfecto que lo convertí en mi última imagen.

lunes, 19 de octubre de 2009

La loca

La loca camina por la plaza mayor agarrando una bolsa llena de cosas inútiles.Sus cosas inútiles.
Sus ojos miran a ninguna parte, su cabeza a todos lados.
Su permanente sonrisa es adornada con constantes carcajadas. La loca, con su cara de loca, se sienta en el mismo banco de todos sus días, que no son de nadie mas. Le encanta su soledad porque puede imaginar su compañía, le hacen reir los chistes que no le cuentan, adora los días que ponen su película favorita en el televisor que no tiene.
Se despertó la loca en el banco de sus días, sus tardes y sus noches, se sentó, y al mirar más allá de él pensó sólo una cosa: "El mundo está loco".

sábado, 10 de octubre de 2009

tiempo

El reloj, a su lado, da los pasos que él ya no puede dar. El tiempo continúa su curso aunque a pocos les importe. A él sí. La cena de ese lugar no es lo único insípido en su vida. Su mirada, su boca, sus brazos y sus manos expresan lo mismo. Nada. Da igual de día o de noche, pues la silla en la que se sienta es la misma, las mismas caras, el televisor, el mismo. Da igual invierno o verano, las mismas risas, los mismos llantos, a la misma hora de siempre. La vida ha pasado demasiado rápido, y ahora el tiempo pasa demasiado lento.

El reloj camina, a su lado, y recuerda cuando caminaba con él.

El reloj caminaba hace tiempo también. Quién pudiese pararlo en aquel beso, perfecto. Ojalá, pensó, se hubiese detenido en su risa. Quizás, sus ojos lo detuvieron más de una vez, pero, en ese caso, él también fue víctima de aquella pausa.

El tiempo pasó por sus manos, por sus labios, su cintura, y también pasó por su pelo. El tiempo pasó por ella y se la llevó.

Ahora queda él, con su no vida, insípida, y el tiempo da los pasos que él ya no puede dar.

El tiempo camina, y ojalá alguien pudiese hacerlo correr.