sábado, 10 de octubre de 2009

tiempo

El reloj, a su lado, da los pasos que él ya no puede dar. El tiempo continúa su curso aunque a pocos les importe. A él sí. La cena de ese lugar no es lo único insípido en su vida. Su mirada, su boca, sus brazos y sus manos expresan lo mismo. Nada. Da igual de día o de noche, pues la silla en la que se sienta es la misma, las mismas caras, el televisor, el mismo. Da igual invierno o verano, las mismas risas, los mismos llantos, a la misma hora de siempre. La vida ha pasado demasiado rápido, y ahora el tiempo pasa demasiado lento.

El reloj camina, a su lado, y recuerda cuando caminaba con él.

El reloj caminaba hace tiempo también. Quién pudiese pararlo en aquel beso, perfecto. Ojalá, pensó, se hubiese detenido en su risa. Quizás, sus ojos lo detuvieron más de una vez, pero, en ese caso, él también fue víctima de aquella pausa.

El tiempo pasó por sus manos, por sus labios, su cintura, y también pasó por su pelo. El tiempo pasó por ella y se la llevó.

Ahora queda él, con su no vida, insípida, y el tiempo da los pasos que él ya no puede dar.

El tiempo camina, y ojalá alguien pudiese hacerlo correr.

1 comentario:

María Perdomo dijo...

Tiempo es lo que a mi me falta para estar contigo :)