Inés nunca había dado un último beso. Lo imaginó una vez, se lo habían contado, lo leyó en alguna novela, y hasta ese día, lo había temido.
Era primavera de 1939 con un final no muy feliz que conducía a un peor principio. Sentada en el banco de una estación llena de gente, se sintió cada vez más sola mirando el segundero del reloj que con cada movimiento le robaba compañía. Lo vio lejos. Estaba distinto y disfrazado con una sonrisa que ella supo falsa. Esperó -más- , solo porque él se lo había pedido, y con los ojos rebosantes en lágrimas aunque secos, lo observó sin hacer ningún gesto.El reloj no paró de avanzar mientras él se le acercaba. Nunca habían estado tan lejos. Se miraron sin tocarse, se atravesaron los ojos y, sin usar los labios, se dieron el último beso, el mejor de sus vidas.
lunes, 8 de febrero de 2010
El último beso
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1 comentario:
Cierto es, que el último beso es el peor. Amargo, oscuro y sin sabor, o si, con sabor a adiós.
Yo sinceramente prefiero "los hasta luego", asi no rindo cuentas a casi nadie.
Precioso texto bella.
16 años hace ya
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